Pero si el dinero fuese mentira
¿cómo podría gobernar nuestras vidas de la forma en que lo hace? ¿De qué
clase de “mentira” se trata? ¿Cómo cabría lograr que la “economía de
verdad” no se vea subyugada por esa “mentira”? ¿Y cómo pueden las
personas que “son verdad” recobrar grados de libertad, autonomía real,
frente al ámbito de lo económico y financiero, sea cual fuere el juicio
sobre los niveles de verdad y mentira que identifiquemos ahí?
La economía tiene leyes: pero no
son leyes como las que encontramos en la física o la biología (como la
ley de la gravedad, la ley de la entropía o la ley de Lindeman). Son
regularidades que se derivan de las prácticas y convenciones sociales.
Con otras prácticas, inspiradas por otros valores (buscar la
reciprocidad en los intercambios en vez de perseguir el beneficio
privado, pongamos por caso), tendríamos otras leyes económicas.
En marzo de 2011, en las páginas del diario Público,
José Manuel Naredo recuperaba una vieja propuesta de reconstrucción del
sistema monetario internacional que quizá siga ofreciendo perspectivas
fértiles:
“En los últimos
años más que replantear se ha tratado de reanimar el capitalismo
financiero imperante, permaneciendo indiscutidas las bases del sistema
monetario internacional que alimentó la crisis y los problemas
posteriores, como es el trepidante auge de los precios de las materias
primas que ahora amenaza la pretendida recuperación. Indiscutiblemente
el crecimiento de los agregados monetarios ha creado adicción en los
países, aunque cada vez tenga menos que ver con la calidad de vida de la
gente. Y todos los gobiernos del G-20, encabezados por el de Estados
Unidos, quieren forzar ese crecimiento con numerosos estímulos poco
ortodoxos, como es el de convertir deuda privada en deuda pública y
hacer que los bancos centrales emitan dinero para comprar esta última.
El resultado de todo esto es un enorme aumento de liquidez que las
empresas emplean en prácticas especulativas, ya que la atonía de la
demanda apenas les exige ampliar sus instalaciones. Ante la
incertidumbre que hoy generan las inversiones bursátiles e
inmobiliarias, una parte importante de esta liquidez se invierte en
materias primas y sus derivados financieros, elevando espectacularmente
sus cotizaciones.
Todo esto se
debe a que los estados emiten moneda sin respaldo ni consenso
internacional alguno, ya que el actual sistema no tiene ninguna
referencia monetaria universal, como en su día lo fue el oro. Las
inversiones especulativas en materias primas se cortarían de raíz
estableciendo un sistema monetario internacional que vinculara la (o
las) moneda(s), no sólo al oro, sino a una cesta de materias primas,
como propusieron Hart, Kaldor y Tinbergen en 1964 y como defendió
políticamente Mendès-France. Pese a la actualidad de esta propuesta,
nadie habla de ella. No en vano la moneda es la bisagra que une la
economía con el poder y esta propuesta desplazaría la hegemonía
financiera de EEUU hacia los países exportadores de materias primas. La
ironía del destino hace que no sea el sistema monetario internacional el
que se apoye en los stocks de materias primas negociados en
instituciones tan asentadas como el London Metal Exchange, sino el
sinnúmero de productos financieros asociados a ellos, que está hoy en el
punto de mira de los inversores.”
José Manuel Naredo, “Materias primas y sistema monetario internacional”, Público, 1 de marzo de 2011
Un par de meses después, el
impulso crítico y emancipatorio que se liberó en las manifestaciones del
15-M, y las acampadas en plazas y calles que siguieron, hizo posible
una discusión abierta sobre cuestiones económicas fundamentales en
círculos mucho más amplios de lo que antes era el caso. Nos consta el
interés que la propuesta de Pierre Mendès France –y otros políticos y
economistas de los años 60-70 del siglo XX— recuperada por Naredo ha
suscitado tanto en las comisiones de economía del M15M (Movimiento del
15 de Mayo) como entre los círculos de economía crítica y economía
ecológica que hoy siguen planteando alternativas frente a los dogmas
neoliberales/ neoconservadores que aún prevalecen.
Con el análisis que ofrecemos a continuación, queremos aportar nuestra
contribución a esa necesaria formulación de alternativas [...].
El dinero, más allá de sus funciones técnicas (unidad de cuenta,
medio de cambio), ha sido, desde sus orígenes, un instrumento de poder
-y por cierto que uno de los más importantes-. Por eso las propuestas de
reforma monetaria pueden alcanzar una importancia que desborde lo
meramente económico para extenderse hacia lo social, lo político y lo
ecológico. En su conferencia, Jorge Riechmann analiza una notable
propuesta cuyas raíces se hunden en el siglo XIX, pero que continúa
presentando una radical actualidad en nuestros días: la idea de una
moneda internacional basada en materias primas, que quizá permitiese
reducir las inaceptables desigualdades entre países y anclar más
sólidamente la economía real a su base biofísica.
Tras la ponencia y el debate, habrá ágape ¡Puedes traerte algo de comer y/o beber para compartir!
Bibliografía:
Artículo sobre la propuesta de una moneda internacional basada en materias primas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario