La
publicación en el BOCM del proyecto de la variante de la M-600 a finales de
febrero dio el pistoletazo de salida al trabajo de varias asociaciones serranas
para analizar sus aspectos técnicos, socio-económicos, legales y ambientales. También
han pateado el trazado de la Alternativa 1, que el estudio apunta como el más
probable, y han visto en situ los más de 1.100 árboles autóctonos que serán
talados, los bosques ribereños y humedales que desaparecerán bajo los
terraplenes y los berrocales que se volarán para dar paso a la nueva carretera.
Los grupos han contado con un equipo de
expertos: un ingeniero de caminos, una abogada, un economista, una arqueóloga,
varios zoólogos y un especialista en paisaje. El resultado es una radiografía
de un proyecto que es un refrito de datos sesgados y obsoletos y basado a
menudo en una metodología fallida. Por ejemplo, los estudios de tráfico se
hicieron hace más de diez años y los cálculos de crecimiento se basan en los
años 2002 y 2007. Se han calculado los costes con precios de hace seis años y
el proyecto ignora la complejidad de obras claves como el puente que cruza el
ferrocarril.
Los estudios coste/beneficio y de
rentabilidad económica son obras de ficción basadas en cifras y escenarios desfasados.
De vez en cuando se dejan ver los objetivos reales del proyecto: rescatar el
Ensanche de El Escorial, ahora casi vacío, y arañar nuevas bolsas de suelo
urbanizable. Por supuesto no se mencionan los profundos cambios sociales y
económicos que ha habido en los últimos años y el actual escenario de
transformación energética que España tendrá que seguir si se quiere quedar en
la Unión Europea.
Sobre el impacto ambiental, el proyecto
utiliza el truco de ofrecer tres alternativas que van aumentando
progresivamente su destrucción del medio natural. Así queda la Alternativa 1
(que va más cerca del Ensanche) como la menos dañina y más deseable. Obvia por
completo un estudio de la Alternativa 0 (la situación actual) que produciría un
impacto ambiental cero, una omisión que descalifica la validez del proyecto.
El estudio paisajístico parece desconocer el
territorio por el que se pretende que discurra la infraestructura, lo que le
lleva a ignorar los importantes valores de unos suelos que cuentan con
numerosas figuras de protección, entre ellas la de paisaje
protegido. Así se evita reconocer el enorme impacto visual que tendrá al
convertir la entrada principal al Real Sitio de San Lorenzo en una maraña de
carreteras, chalets adosados e incluso (según algunas fuentes) un
polígono industrial.
El estudio del medio ambiente reconoce el gran
valor de los ecosistemas, flora y fauna de la zona afectada y, a pesar de ello,
pretende justificar la necesidad de construir la variante. Otros importantes
valores de las dehesas y bosques que serán destruidas por la carretera son
directamente ignorados en los estudios sacados a información pública. Por
ejemplo el inventario del arbolado, con un plano incorrecto y una ficha sin el
número de ejemplares ni las especies, esconde la presencia del bosque de ribera
del arroyo Cebadillas. Además el estudio infravalora de manera
sistemática la omnipresencia de las zonas húmedas, la existencia de zonas de
alimentación y reproducción de especies animales amenazadas, los
corredores ecológicos, la presencia de hábitats de interés comunitario y el
efecto barrera sobre la fauna.
En resumen, este proyecto no es más que
un ejercicio de nostalgia, el deseo de volver a los años dorados de la burbuja
cuando, para algunos, los billetes de 500 euros circulaban como si fueran
cromos. Nuestra comarca todavía arrastra las profundas heridas de esa época:
los polígonos vacíos, los bloques de pisos sin terminar, la fealdad de muchas zonas
urbanas, un medio ambiente deteriorado y castigado. Lo único que se puede hacer
con este proyecto de la M-600 en El Escorial es devolverlo a su cajón.