LOS JARDINES ESCURIALENSES



El próximo sábado día 28 de agosto a las 19h. en La Galería Edurne Francisco Felipe, miembro de Entorno Escorial y ARBA Sierra Guadarrama, dará una charla sobre “Los Jardines Escurialenses” en el contexto de la exposición "El jardín de la Utopía" en la galería.

GALERIA EDURNE
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11º ANIVERSARIO DEL INCENDIO DE ABANTOS

Con dos actos ARBA y Entorno Escorial conmemoraron el 11º aniversario del incendio de Monte Abantos

HAY QUE TERMINAR CON EL DIVORCIO ENTRE LA SOCIEDAD Y EL MONTE

El 20 de agosto a las 19.00 en la Casa de la Juventud de San Lorenzo, unas cuarenta personas asistieron al coloquio titulado "El Futuro de Nuestros Bosques". El acto empezó con la proyección de un documental sobre el incendio de Abantos realizado por el equipo liderado por Juan Gómez Soto, miembro de Entorno Escorial, que relata los sucesos dramáticos del 20 de agosto de 1999 y la lenta recuperación del monte.
El documental fue seguido por dos breves presentaciones sobre las dos plantaciones de árboles autóctonos en la zona quemada realizada por ARBA/EE y el AMPA del Colegio  Felipe II de El Escorial. Después de describir los árboles plantados con éxito desde 2004 como los fresnos, arces de Montpellier, majuelos y maíllos, se comentaron los problemas y la gran cantidad de árboles que han muerto a causa de los veranos secos. A pesar de todo existe una clara voluntad de las dos asociaciones para seguir con el proyecto hasta que la plantación este bien establecida.   
A continuación se celebró una mesa redonda con los ingenieros de montes Miguel Ángel Hontoria (EE) y Luis Eduardo Molina (CCOO), y el presidente de ARBA Sierra Guadarrama, Francisco Felipe.
Miguel Ángel Hontoria contó la historia del Monte Abantos desde los tiempos de Felipe II hasta la gestión forestal desde el incendio de 1999. Describió los problemas específicos que existen para las plantaciones en nuestra zona por la mala calidad del suelo y el cambio climático. Francisco Felipe incidió especialmente en las técnicas de las plantaciones y los problemas por los desbroces que, a veces, destruyen las plantas protegidas.
Finalmente, Luis Molina llamó la atención sobre el divorcio entre la sociedad y el monte. Dijo que, muchas veces, los políticos solamente están conscientes del problema de los incendios y no son capaces de ver las oportunidades de empleo para la población rural como la madera y la energía de biomasa en los bosques, con una gestión sostenible certificada. 
Desde el público había preguntas sobre los siguientes temas: las plagas que afectan los árboles, la gran amenaza de la especulación urbanística (que ha creado un muro de chalets adosados en el mismo borde del monte), los problemas causados por la falta de rotación del ganado en el monte que impide la regeneración natural y el peligro de incendio de los rastrojos y árboles caídos en el monte. 
El domingo 22 de agosto por la tarde más de treinta personas participaron en un riego colectivo de los árboles autóctonos plantados y mantenidos por ARBA/EE en torno al Arroyo de la Cruz y en plena zona quemada. Los asistentes aprovecharon también para limpiar la zona de una cantidad de basura al lado de la pista forestal.
En opinión del grupo Entorno Escorial, los dos actos han servido para demostrar que no solamente son importantes los incendios forestales por su impacto inmediato tan terrible, sino por los largos años de grandes esfuerzos que hacen falta para devolver los bosques a su estado original.  

Abajo: un dosier sobre el Monte Abantos y nuestra plantación 

El debate sobre los toros

EL TORO COMO NACIÓN

2 de agosto: Un artículo de opinión de uno de los miembros de Entorno Escorial.

Lo peor de la reacción ante la prohibición de las corridas de toros en Cataluña es su exacerbación. La decisión del parlamento catalán, haciéndose eco de una iniciativa popular respaldada por cientos de miles de firmas, de prohibir estos espectáculos en una sola plaza de toros (la monumental de Barcelona), único lugar donde se ya celebran, debería haber pasado como una mera anécdota. Así ocurrió cuando este mismo decisión tuvo lugar en Canarias en 1991 por iniciativa del PP local (lo que no deja de tener su guasa), así debería ocurrir si este mismo hecho ocurriera en Asturias o Baleares, donde en el año 2009 se celebraron seis corridas, y no digamos en Galicia, donde se celebraron ocho en el conjunto de las cuatro provincias.

La “fiesta nacional”, como parte de la identidad nacional de este país llamado España, es una de las muchas farsas creadas por el nacionalismo que se supone español y que en realidad es básicamente refrito castellano-andaluz. Los datos proporcionados por el periódico La Vanguardia lo siguen confirmando: en las despobladas regiones de Castilla-León y Extremadura se celebraron respectivamente, en el año 2009, 327 y 284 corridas. En la superpoblada Comunidad Valenciana entre cuatro y cinco veces menos: 72. En Aragón 63. Por lo visto, estos españoles del norte y este peninsular son un poco traidorzuelos con respecto a lo nacional, aunque sea en su lado festivo.

Porque el problema de España es que aquí hay mucho español raro que empieza hablando “castellanos mal hablados” y acaba no yendo a los toros lo que podríamos considerar normal en “España” esa España entrecomillada con banderillas que poco tiene que ver con la España real. Aquí, la identidad nacional de algunos hace aguas según la meseta se quiebra en sus bordes norte y este. Lo ideal sería que ésta llegara hasta Port Bou o hasta el mismo dique del puerto de La Coruña, pero la geomorfología peninsular tiene estos caprichos y la cruda realidad es que ya por Soria este gran páramo empieza a descomponerse con sus dehesas toreras precipitándose, hacia abismos peligrosos e ineluctables.

En España no haría falta prohibir las corridas de toros. Simplemente, con no subvencionar este espectáculo, según diversas fuentes, se vendría abajo por sí sólo. Más de 500 millones de euros cada año es lo que las diferentes administraciones invierten en el mantenimiento del mundillo taurino. Las asociaciones anti-taurinas, que han conseguido acabar con la “fiesta” en Cataluña, recurren a la crueldad como argumento para su prohibición, pero la crueldad con los animales no es ni mucho menos una característica exclusiva de la tauromaquia. Mucho peor es la crueldad mantenida con los animales de granja o con especies asociadas al mundo de la caza, desde los galgos hasta las rapaces (alimañas) envenenadas o masacradas sin compasión. Si hay algo exclusivo de la fiesta nacional es su propia farsa, desde el supuesto toro de lidia, que no existe como raza —como cualquier zoólogo puede demostrar— hasta la supuesta valentía del torero, que no es sino cobardía de matar a un ser con recursos muy inferiores a los suyos. Incluso la “bravura” del toro es una especie de farsa. El Bos taurus es un animal herbívoro, más proclive a huir del enemigo que a atacarlo. Hay tratados pro-taurinos donde se define la bravura como un instinto de defensa (Ganaderos de Lidia Unidos). Y es que el toro, por muy bravo que sea, dista mucho de ser un astuto atacante, si lo fuera mínimamente las corridas no podrían existir, ya que éste no “embestiría”, sino que se abalanzaría directamente sobre el torero, como lo haría cualquier ágil felino.

Pero lo peor de todo, como se dijo al principio, de esta reacción ante la decisión prohibicionista es su exacerbación, la histeria cutre y casposa de siempre. Toda la perrera mediática ha lanzado estos días una campaña contra la democracia en Cataluña; contra la democracia, sí, pues lo que Cataluña ha dado al resto de España es, ante todo, una lección de democracia, aunque sea para prohibir algo. Es triste ver periódicos que pulverizan uno de los pilares básicos del periodismo —esto es— el contraste de opiniones, junto con las manipulaciones y mentiras a la que ya nos tienen demasiado acostumbrados. Es lamentable una campañita que causaría envidia a personajes como Goebels o el camboyano Pol Pot. Es vergonzoso cómo la defensa de España ha sido desde hace más de medio siglo, la defensa del odio. Ahora sabemos que los toros no son sólo un espectáculo, sino un valor patrio, una seña de identidad invulnerable de la casta española, una bandera que jurar, como esas que pintan la negra figura de piel toreada entre el rojo y el gualda; una marca metálica que interrumpe nuestros paisajes en las principales carreteras. En definitiva, una nueva forma de totalitarismo.